“URGE LA PROFESIONALIZACIÓN DE NUESTRA FIESTA DE TOROS”
Por: José Santos Alonso
Las corridas de toros en España que se celebran en plazas de
primera categoría se caracterizan por su excelente organización y por su
estricto apego al reglamento taurino, código que en ese país es inflexible y es
acatado escrupulosamente por las autoridades de las plazas, mismas que
asumen sus responsabilidades con gran celo, sin complejos y con el apoyo
irrestricto de las autoridades superiores de quienes dependen, lo que es una
condición imprescindible para la efectividad de su cometido.
Como este orden de cosas es bien conocido por todos los
participantes de estos festejos así como del público, las corridas que se
celebran en plazas de primera, se desarrollan en perfecto orden ya que cada
quién sabe exactamente lo que tiene y debe hacer, quedando eliminadas las tentaciones
bastardas de trasgredir el reglamento.
eso resulta que la fiesta en España sea un espectáculo estrictamente
profesional que no admite mediocridades
y consecuentemente los toros, que son la materia prima reúnen los requisitos de calidad señalada en
el reglamento, y los toreros son tan profesionales
como lo es su fiesta, por lo tanto la calidad del espectáculo es optima ya que,
no se admiten componendas ni concesiones.
Desafortunadamente en nuestro país la fiesta ha tomado un
sendero muy diferente ya que las
autoridades no han asumido con seriedad sus responsabilidades, ni los ganaderos
han sido muy escrupulosos, ni tampoco las empresas se han preocupado por
promover toreros nacionales y, han optado por el cómodo pero pernicioso recurso
de traer toreros españoles como base y sustento de nuestra fiesta, muy a pesar
del mal resultado de la importación de toreros hispanos, práctica que no ha mejorado
en mucho el espectáculo, ya que como es bien sabido el interés de los españoles
en nuestro país se limita a lucrar con el menor esfuerzo, y nuestras empresas
por voluntad propia, han aceptado
sumisamente y sin reservas la exigencia de “Billete grande y toro chico”, que
entre otras ventajas les imponen los toreros ultramarinos que cuando aquí torean lidian toros sin edad, ni
peso, ni trapío como lo establece el
reglamento, muy al contrario de los que se corren en España. Tampoco, como es de esperarse de toreros tan
espléndidamente remunerados, les vemos ese celo casi heroico que demuestran en
la península, porque saben por experiencia que el espíritu de la Malinche todavía campea en el Anáhuac y por ende aquí
no tienen nada que perder, ya que siempre serán bienvenidos.
Lo correcto y justo sería, ya que estamos en la dinámica de
la hispanización de nuestra fiesta mediante la contratación casi masiva de
toreros españoles, que importáramos también su profesionalismo, su excelente
organización y su estricto apego al reglamento, lo que implicaría responsabilizar a las autoridades taurinas a
cumplir sin concesiones ni componendas el reglamento, a los ganaderos a
suministrar toros con edad y trapío, a los toreros a cumplir con dignidad y al público a exigir profesionalismo, lo que
redundaría en una fiesta de calidad.
Sin embargo lo ideal, lo optimo y obligatorio sería
profesionalizar nuestra propia fiesta promoviendo y estimulando a nuestros
toreros para tener una fiesta nacional digna, tan buena como la mejor, como la
que tuvimos en aquellos años, en los que de mala manera los toreros españoles
corrieron a nuestras figuras de España porque no pudieron con ellos en los
ruedos.