viernes, 22 de agosto de 2014

“URGE LA PROFESIONALIZACIÓN  DE NUESTRA FIESTA DE TOROS”



Por: José Santos Alonso

Las corridas de toros en España que se celebran en plazas de primera categoría se caracterizan por su excelente organización y por su estricto apego al reglamento taurino, código que en ese país es inflexible y es acatado escrupulosamente  por  las autoridades de las plazas, mismas que asumen sus responsabilidades con gran celo, sin complejos y con el apoyo irrestricto de las autoridades superiores de quienes dependen, lo que es una condición imprescindible para la efectividad de su cometido.

Como este orden de cosas es bien conocido por todos los participantes de estos festejos así como del público, las corridas que se celebran en plazas de primera, se desarrollan en perfecto orden ya que cada quién sabe exactamente lo que tiene y debe  hacer, quedando eliminadas las tentaciones bastardas de trasgredir el reglamento.

eso resulta que la fiesta en España sea un espectáculo estrictamente profesional  que no admite mediocridades y consecuentemente los toros, que son la materia prima  reúnen los requisitos de calidad señalada en el reglamento, y los toreros son tan  profesionales como lo es su fiesta, por lo tanto la calidad del espectáculo es optima ya que, no se admiten componendas ni concesiones.

Desafortunadamente en nuestro país la fiesta ha tomado un sendero muy diferente ya que  las autoridades no han asumido con seriedad sus responsabilidades, ni los ganaderos han sido muy escrupulosos, ni tampoco las empresas se han preocupado   por promover toreros nacionales y, han optado por el cómodo pero pernicioso recurso de traer toreros españoles como base y sustento de nuestra fiesta, muy a pesar del mal resultado de la importación de toreros hispanos, práctica que no ha mejorado en mucho el espectáculo, ya que como es bien sabido el interés de los españoles en nuestro país se limita a lucrar con el menor esfuerzo, y nuestras empresas por voluntad propia,  han aceptado sumisamente y sin reservas la exigencia de “Billete grande y toro chico”, que entre otras ventajas les imponen los toreros ultramarinos  que cuando aquí torean lidian toros sin edad, ni peso, ni trapío como lo  establece el reglamento, muy al contrario de los que se corren  en España.  Tampoco, como es de esperarse de toreros tan espléndidamente remunerados, les vemos ese celo casi heroico que demuestran en la península, porque saben por experiencia que el espíritu de la Malinche  todavía campea en el Anáhuac y por ende aquí no tienen nada que perder, ya que siempre serán bienvenidos.

Lo correcto y justo sería, ya que estamos en la dinámica de la hispanización de nuestra fiesta mediante la contratación casi masiva de toreros españoles, que importáramos también su profesionalismo, su excelente organización y su estricto apego al reglamento, lo que implicaría  responsabilizar a las autoridades taurinas a cumplir sin concesiones ni componendas el reglamento, a los ganaderos a suministrar toros con edad y trapío, a los toreros a cumplir con dignidad  y al público a exigir profesionalismo, lo que redundaría en una fiesta de calidad.


Sin embargo lo ideal, lo optimo y obligatorio sería profesionalizar nuestra propia fiesta promoviendo y estimulando a nuestros toreros para tener una fiesta nacional digna, tan buena como la mejor, como la que tuvimos en aquellos años, en los que de mala manera los toreros españoles corrieron a nuestras figuras de España porque no pudieron con ellos en los ruedos.