El quinto, imposible en Valencia
FERIA DE FALLAS
Actúan Francisco José Espada, Cristian Climent y Leo Valadez, con novillos de López Gibaja
Por Redacción APLAUSOS
Francisco José Espada saludó una ovación con el abreplaza, un novillo serio y bien hecho de López Gibaja que embistió con nobleza pero sin celo ni empuje en el último tercio. El madrileño trató de gobernar las embestidas de su oponente y también al viento que constantemente le dejaba al descubierto. Meritoria labor, con firmeza y solvencia que remató de estocada entera. El cuarto propinó una fuerte voltereta al de Fuenlabrada tras ejecutar una chicuelina de salida. Cayó de muy malas manera y una vez en el suelo le lanzó un derrote con violencia. Tras unos instantes se repuso Espada que se dolía del gemelo izquierdo. Se mostró muy por encima del novillo en una labor comprometida, de amor propio y raza torera. Sobre la diestra hilvanó una tanda con entidad, tirando bien de su oponente al que le costó ir para adelante. Con el novillo más aplomado, optó por la corta distancia. Mal con la espada.
Muy dispuesta fue la puesta en escena de Cristian Climent. En el turno de quites del primer toro desafió al viento echándose el capote a la espalda. El quite por gaoneras terminó en una voltereta sin consecuencias. Puso hasta cuatro pares de banderillas, con más voluntad que acierto y con un farol de rodillas abrió una faena presidida por la actitud y la disposición y condicionada por Eolo. Los muletazos surgieron de uno en uno frente a un novillo bajo de raza. El público reconoció su esfuerzo con una oreja. El quinto, al igual que el cuarto, tuvo cuajo de toro. Complicada la lidia porque el de Gibaja nunca fue fijo a los engaños, siempre por dentro por ambos pitones. Una prenda. Se orientó además el novillo que pegó arreones. Un imposible. En el tercio de banderillas, compartido por Climent y Valadez, resultó cogido el segundo, aparentemente sin consecuencias.
A las dificultades de la tarde -viento y lluvia- se unió esta vez las complicaciones de un tercer novillo, más feo de hechuras que sus hermanos, que embistió descompuesto y con la cara alta. Complicado, deslucido y áspero. Leo Valadez debutaba con los del castoreño y lo hizo con una actitud muy en novillero, desde la variedad capotera pasando por la facilidad y solvencia con los rehiletes hasta llegar a una faena que tuvo como eje el valor, el asentamiento y la firmeza de plantas. Seguro, todo lo quiso hacer de verdad. Se la jugó el azteca que emborronó su actuación con los aceros.