domingo, 22 de noviembre de 2015

RITZ, EL FUTURO HA COMENZADO


Por: Hassan González

La tarde venía salpicada ya de momentos mágicos, como los que sólo el toreo tiene adherido en su esencia. Salió entonces Diego a su ruedo, al patio de su casa, a lomos de Ritz y con Ritz le pegó a la tarde dos crujidos de ésos que deja temblando la pasión del aficionado. Increíble fue el primer quiebro con el novillo emplazado en los medios y caballo y torero llegando a él al ralentí para recibir la arrancada de frente del de Capea y quebrarle en la misma cara, sin desplazar nunca el viaje del astado, absorbiéndolo por entero, asumiéndolo, toreándolo, abarcándolo en una batida exageradamente bella para soltarlo toreándolo todavía mientras la plaza saltaba al unísono hecha un mismo resorte. Pero quedaba el otro, quedaba aún el grande, el sublime, el excelso, el tremendo, el que ya no se olvida. Otra vez toda la plaza por delante en el cite, el novillo fijo y cantando que se iba a venir pronto y de largo, el trote sostenido, despacio, dejándose ver y viendo venir para, de nuevo pero como nunca, batir más al pitón contrario de lo que se vio nunca, quebrar toreando de cabo a rabo con los pechos de Ritz la embestida del de Capea en un quiebro de ésos que ves mil veces y mil y una que te entusiasma. La Puebla del Río rendida a su torero. El torero, detenido, haciendo suyo por completo el momento, mirando frente a frente a su gente y concediendo todo el protagonismo a quien se ha convertido en la más grata sorpresa de este este final de temporada, un caballo vestido de oro y con nombre caro que es el futuro hecho hoy mismo… No es que haya nacido una estrella, es que ha irrumpido como despierta el sol en los amaneceres de la primavera…
Antes, Lambrusco, otra irrupción de este año mágico en el que si algo ha demostrado Ventura es su capacidad para forjar estrellas como quien respira, paró al novillo con clase y sobre los cuartos traseros en dos palmos de terreno con la tersura de quien hace toreo de la lidia. Luego, con varios recortes de pura seda, hizo más toreo del toreo mismo. El tercio de banderillas lo abrió con Nazarí, que es el temple, que es el tacto, que es el pulso hecho caballo de torear. Tres banderillas, tres exhibiciones de dominio total de los terrenos, de dominio absoluto del pulso. La primera, en el tercio, citando en la corta distancia. La segunda de dentro a afuera con el novillo en los medios y arrancándose pronto. La segunda, por los adentros, donde el astado fue a refugiarse. Y las tres tras coserse al bravo al estribo y mostrar a su gente por todos los tercios de la plaza su capacidad para embarcar embestidas, ahormarlas y exprimirlas con ese caballo excepcional llamado Nazarí, que ha cuajado una temporada -por regularidad y por capacidad- sencillamente impresionante. El cierre llegó con las cortas montando a Remate, el rejón final y un descabello instrumentado al más puro estilo cigarrero: doblándose, ofreciendo el pecho, hundiendo el mentón, rezumando torería…
El palco, aunque era lo de menos, le concedió los máximos trofeos. Decenas de niños y de niñas de La Puebla del Río se echaron al ruedo para querer a su ídolo y Diego, feliz, se dejó querer para compartir con los suyos el último triunfo de un año que eleva el listón a un nivel difícil de imaginar y de superar. Imaginando cómo superarlo anda ya el Genio:“Tengo ya ocho potros para el año que viene que van a ser la revolución…”, comenta entusiasmado mientras quien le oye y quien le ha visto se pregunta cómo es posible más y mejor. La respuesta, una vez más, tiene nombre y apellido: Diego Ventura.