EL DESHIELO NOVILLERIL – TARDE PARA EL OLVIDO EN TEXCOCO.
El balde de agua fría no lo da solo la lluvia que llega durante el primero y prosigue hasta los tres avisos en el segundo, no. Si la frialdad alguien la ha traído es el terrible encierro que contagia, al inicio de la Primavera, de la sensación de que el invierno para la novillería mexicana aun está y en pleno apogeo. Una plaza sin la iluminación necesaria, una autoridad vacilante y una tercia sin mínima suerte componen un cuadro donde la Afición taurina pierde.
Por: Luis Eduardo Maya Lora – Texcoco.
Se echa al desfiladero el cartel novilleril en Texcoco. Si el año pasado se hace el esfuerzo de traer la novillada –también desigual- de Pepe Garfias, este año Texcoco presenta un encierro novilleril –duele decirlo- de segunda clase.
O de tercera.
Aun nos recordamos de ese bravo cárdeno garfeñísimo lidiado en cuarto lugar hace tan solo un año, “Debutante” nombrado, lo lidió Diego Emilio en medio de un vendaval tanto de bravura como de clima. Solo que aquella ocasión, a pleno sol, el fuerte viento pareció una prueba netamente taurina a sortear. Ayer la lluvia, el frío, la pésima iluminación es una prueba de resistencia para el público.
Sumemos a esto el nulo remate del encierro, la sucesión de caras alargadas, estrechez preocupante y nula bravura. Solo uno parece poder caminar un tanto mejor y es el horrible primero, un astado cariavacado, astiagudo y astilargo, feo de cabeza y terriblemente débil.
El hidrocálido Diego Emilio tiene personalidad, tan escasa en los toreros hoy en día, ha mejorado con el capote y prueba de ello son las cuatro verónicas de inicio, a compás abierto el sentimiento fluye, cuando este torero se templa su peculiar y sobrio estilo mezcla la emoción de su trazo. Preocupado de la aparente precaria situación del astado pide al piquero, joven y dinástico aspirante Daniel Morales, medirse.
Y esto solo ocurre a medias.
No interviene en quite Diego Emilio, cuida a “Bullanguero” en pos de encontrarlo en la muleta con mayor fuerza. Lo malo aquí es que estos novillos, dada su edad y su consecuente indefinición, incluso sus propias hechuras que les muestran correosos, son dados a mentir. De ahí que en el segundo tercio, con unas cuadrillas contagiadas de pesadez y flojera, el astado no se mejore, no se le temple lo suficiente ni se le encele.
El espada en turno, sin embargo, inicia alternando, sin forzar y el novillo derrumba.
Levantado a regañadientes, Diego Emilio toma distancia, la lluvia aparece y su toreo con la derecha lleva largo, templa y esto hace gradualmente recuperar al novillo. El temple y su milagro es, entre otras cosas, recuperar fuerza y aquí alguna mala maña porque el novillo se crece pero puntea. Entonces, en plenos medios, Diego Emilio torea abarca mejor la embestida, progresa en su trazo y, aun breves, sus tandas emocionan.
Se violenta el novillo al sentir que la muleta le puede por eso la sospecha de que su bravura es aparente se eleva. Diego pasa a la izquierda, parece acomodarse, cuadrar bien pero esa falta de usar la media altura para evitar así el enganchón le lleva a ser desarmado justo cuando la faena crecía… llega el desarme que la congela.
Sumándose el novillo al gris cielo que ignora el deshielo de la primavera.
Aun se la juega por alto con la manoletina pero ya el novillo, buscando las rayas primero y luego los tableros, se descompone. Pena grande la estocada atravesada que prologa el calvario del verduguillo, con unas cuadrillas de cerámica que no son capaces de enterrar ni de dejar el capote abajo. Y un Juez, Gilberto Ruiz Torres, al que le urge tirar aviso pero no empezar el festejo a tiempo.
Terrible.
La lluvia no trae abundancia, empaña a Diego Emilio y se carga a Antonio Mendoza en modo hibernación. Acusa el torear tan poco durante el invierno.
Pese a su buen recibo capotero al segundo “Tanguito” de mejor hechura aunque chico, no castiga lo suficiente pues el joven aspirante que vuelve a aparecer en la arena no atino y el novillo sangra poco. Aun quiere salir el montado a destiempo del ruedo, como pidiendo esquina, y en un error que cuesta caro, Mendoza no le regresa al sitio, deja crudo al novillo, sospechoso de debilidad, que crece en banderillas y en el tercio final.
Peor aun, Antonio no se dobla, inicia por alto equivocadamente porque el novillo aprende a protestar, agarra aire y se hace el amo. Por ello, a pesar de que Mendoza baja la mano con la zurda, no le termina por poder. Le somete poco, afloja cuando el novillo le engaña al grado de desarmarle y, pese a la estocada entera, arruinar su presentación texcocana con tres desesperantes avisos, mitad su culpa, un cuarto de las terribles cuadrillas y otro de Usía.
Frustrado y agobiado, que no queremos verle así, Antonio se va al callejón.
Y la desesperanza cunde.
A partir de aquí el encierro desmorona, con el geniudo tercero, al que pican poco, vuelven a confiarse los toreros y el espantoso novillo, de cabeza desproporcionada respecto de su cuerpo, se hace el amo con“El Moso” en penurias totales. El joven espada recibe al tratar de lidiarlo con la muleta un golpe horrible en la mandíbula al ser derribado y nuevo calvario al matar.
Un novillo de Los Cues salta en cuarto sitio. Corriente es el mejor denominativo a su estampa, con esos pitones sucios y feos que no tienen la blancura que en este encaste es fundamental. Berreón en todo momento, se encuentra otra vez con la disposición de Diego Emilio que le vuelve a mecer el toreo a la verónica y remata sensacional.
Nadie ordena en banderillas, sino al contrario.
El toro desarrolla, cerca de matadores, cortedad por el lado derecho: una querencia accidental. Frena y saca de toda colocación a Diego Emilio que intentaba iniciar por alto. Entonces el novillo parece pasar, mejor en los medios, lejos del burladero de matadores, solo que es otro espejismo, es la primavera que llega en el calendario mas no en una Plaza a la que los taurinos han abandonado.
Aun el hidrocálido se lo juega, le hace pasar por el lado izquierdo pero desiste de pisar el terreno y opta por lidiar de pitón a pitón metiendo la mano a la embestida, cosa nada aconsejable cuando se toca el lado contrario del astado, menos de esta birria que tiene todo menos ser una verdadera oportunidad. El colmo de la suerte llega cuando Diego Emilio mete entera que la propia muleta al vaciar arranca y extrae del novillo.
Ojalá y a Diego Emilio le permitan recuperar el tiempo que hace un año le quitaron.
A media luz -en Texcoco nadie hace nada por mejorar la Plaza iluminándola mejor- Mendoza, pese a cuatro faroles de inicio, no tiene posibilidad de iluminar nada con el manso y espantoso quinto que mete, literalmente, la revesar y al que al menos mata un tanto más decorosamente. Menos aun “El Moso” demasiado nuevo para encontrarle las vueltas a los mansos.
¿Qué podrán los novilleros hacer en un medio donde les tienen congelados? Ni la primavera, la esperanza les deja.
Torean los de los compromisos y no los del mérito. Cuando los ponen les traen el desecho.
Lo malo es que para que lleguen las novilladas aun falta un tramo… para acabar el interminable invierno.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Texcoco. Feria del Caballo 2014. Plaza Silverio Pérez. Domingo, 22 de Marzo de 2015. Segundo Festejo de Feria. Segunda Novillada. Menos de Un Cuarto de Plaza en tarde fría, con lluvia desde la lidia del primero y hasta la muerte del segundo.
6 Novillos, 5 de Maravillas (Divisa Rosa y Morado) Desigual en presentación. Esmirriado y trasijados en lo general, estrechos de sienes y cariavacados los tres primeros. Mejor conformados quinto y sexto. Mansa en general, geniudo el tercero y con nobleza aunque débil el primero. Y 1 de Los Cues (Divisa Naranja y Blanco) lidiado en cuarto turno. Feo y chico de feos pitones, berreón y rajado al llegar al último tercio.
Diego Emilio (Gris Perla y Plata) Saludos tras Dos Avisos y Silencio tras Aviso. Antonio Mendoza (Turquesa y Oro) Silencio Tras Tres Avisos y Silencio. Emiliano Villafuerte “El Moso” (Marino y Oro) Silencio tras dos avisos y Silencio.
El segundo espada nuevo en esta Plaza.
Fatal las cuadrillas a pie, Juan Ramón Saldaña pasando por alto los cambios de tercio e interviniendo en exceso en la lidia y enganchado. Igualmente, al momento de descabellar el segundo espada su primero, ninguno de los subalternos es capaz de dejar el capote abajo. Pica a los dos primeros sin mucha suerte el aspirante a picador Daniel Morales.