EL PAYO EN LEÓN: TEMPLE Y COMPÁS.
El Temple fue introducido por Juan Belmonte y consolidado por Domingo Ortega; el Compás lo introdujo Curro Romero, por lo que el critico D. Gregorio Corrochano le llamó “el torero de la armonía”. Para torear bien hay que Templar, en cambio, no son muchos los toreros (por supuesto toreando bien) que siempre, o casi siempre, hayan toreado o toreen a Compás.
El Temple es el fundamento mismo del toreo de calidad y consiste, a nuestro entender, en “llevar el engaño a la velocidad del viaje del toro, pero un poco por delante, sin que los pitones lo rocen, siempre al mismo ritmo que el toro”, lo cual lleva al espectador la impresión de que se para al toro cuando, como dijo el maestro Viti, “no se para sino que tú te adaptas a su ritmo”.
Pablo Lozano dijo: “El Temple da fuerza al toro que no la tiene y la quita al que le sobra”. Efectivamente con Temple, sin brusquedades, el toro con poca fuerza se va afianzando y se le pueden pegar pases, mientras que si tiene mucha fuerza poco a poco la va perdiendo, por el cansancio de perseguir el engaño, que lo lleva muy largo, sin lograr cogerlo.
El Compás (concepto diferente al de abrir o cerrar el compás) es “Templar con todo el cuerpo y no sólo con el brazo”. Queremos decir que, cuando se templa, se lleva al toro enganchado con el capote o muleta y los brazos o brazo respectivamente; en cambio, cuando se torea a Compás, se lleva enganchado con el engaño, con el brazo, con todo el cuerpo pero, sobre todo, se lleva enganchado con el alma, hasta el final de la embestida; se siente el lance o muletazo con todo el cuerpo, formándose como un conjunto escultórico con toro, engaño, brazo y todo el cuerpo que, con los pies clavados en la arena, gira rítmicamente y transmite, al espectador, una belleza arrebatadora, que le provoca el olé.