Opinión: Petardo en Monterrey.
Por Heriberto Murrieta.
El viernes pasado en Monterrey, en lugar de una auténtica corrida de toros, se lidió una novillada sin cara ni pitones de la ganadería de San Pablo, propiedad de Pablo Martín del Campo.
El juez Antonio Quiroga declaró a Martín Banda del periódico El Norte: “La empresa dijo haber traído estos chivitos con poquito de cuernos porque Manuel Díaz ‘El Cordobés’ así se lo había exigido. Estoy sumamente molesto, a disgusto, de que haya sucedido eso. Lo malo fue que los chivitos ya se habían aceptado y tuvimos que dar la cara a la hora del festejo”. Pero si Quiroga estaba tan disgustado, ¿por qué él y su asesor Pedro ¿ de la Serna aprobaron el encierro? Cuando finalmente entró en razón y quiso suspender la corrida, era demasiado tarde.
Ahora bien, si lo que afirma el juez es cierto, resulta indignante que los toreros extranjeros exijan estas condiciones exageradas de comodidad para venir a torear a nuestro país. Se burlan de la Fiesta mexicana. No la toman en serio. En gran medida porque quienes montan estos festejos tampoco la toman en serio. Para colmo, diversos testigos aseguran que no hubo sorteo y que el madrileño escogió sus novillos.
El día anterior a la novillada, ‘El Cordobés’ comentaba al mismo diario regiomontano: “Estamos pasando por una situación difícil en el mundo del toro pero tenemos que seguir luchando por nuestra Fiesta. No podemos lamentarnos sino buscar la acogida del público. Esta corrida puede ser el inicio de un cambio en la afición”.
¿Esperaba Manuel que se diera un cambio en la afición con tan indecorosas reses? ¡Al contrario! Ese tipo de festejos lo que hacen es ahuyentar al público por la falta de seriedad y categoría. ‘El Cordobés’, que no toreaba en el estado de Nuevo León desde el 3 de mayo de 2000, lidia toros con edad y bien presentados en España, pero en México, al igual que otros diestros ultramarinos, prefiere el bicho joven, chico y corniausente.
Surgen más preguntas: ¿Cómo es posible que el empresario Alejandro Elizondo presente un espectáculo tan mediocre?, ¿cómo es posible que el ganadero ‘Paviche’ permita que esos animales salgan de su ganadería, arriesgando su prestigio? ¡Qué poco se valora!
Francisco Díaz Martínez, gerente de la Monumental norteña, eximió de toda culpa a la empresa propietaria del coso. Y es comprensible que la empresa se desentienda puesto que la responsabilidad era de los organizadores a quienes rentó la plaza. Monterrey no es un pueblo y merece un espectáculo más digno y profesional.
Anécdotas valentianas
El próximo lunes se cumplirán 30 años del fallecimiento de Valente Arellano. Si viviera, el carismático torero de Torreón estaría a punto de cumplir los 50 años de edad, pues nació el domingo 30 de agosto de 1964. ¿En qué se hubiera convertido?, ¿en una figura dominante?, ¿en el gran ídolo del público mexicano?, ¿en el octavo mandón de la historia del toreo, como asegura Guillermo H. Cantú?
Durante el emotivo homenaje póstumo que se realizó el domingo pasado en la Casa de Coahuila de Coyoacán, Ernesto Belmont, contemporáneo del diestro lagunero, contó que cierto matador le dijo alguna vez en una ganadería: “Qué fácil, a ti te tocó la época de Valente”. Se refería a que el auge e impacto valentistas habían representado un escaparate inmejorable para destacar. Pero Belmont respondió, haciendo alusión a la proverbial raza del torero, siempre incómodo para sus alternantes: “Mira maestro, yo siempre sudaba el terno, ¡pero con Valente lo sudaba doblemente!”.
Para cerrar la ceremonia con broche de oro, Fernando Arroy platicó una historia que sirve para delinear el perfil humano del ídolo malogrado. Después de mucho tiempo de esperar la oportunidad de torear en una ganadería en la cual hacía distintas labores, el ganadero lo relegó para darle turno a Valente. Cuando Fernando rumiaba su mala suerte y se resignaba a no torear, terció Arellano: “¡Ganadero, si Fernando no torea, yo tampoco, y me voy de aquí en este momento!”. Finalmente torearon los dos. Un gesto de gran calidad humana del diestro de la Comarca Lagunera.
De llamar la atención la historia de Alejandro Silveti. Habiendo sido nieto, hijo y hermano de matadores de toros, no fue sino hasta que vio torear a Valente en la Monumental de Morelia que se decidió a hacerse torero. La fecha, el 2 de enero de 1983. Alejandro reconoce en Valente a su gran inspirador.
Una más, para rematar. En alguna ocasión, Valente Arellano padre fue a recibir un reconocimiento y aunque lo aceptó agradecido, no pudo evitar una cordial advertencia: “No sé qué hice para merecer esta distinción”. En ese momento, desde el fondo del salón se escuchó la voz atronadora de Ignacio García Villaseñor con la respuesta: “Yo sí sé: ¡un hijo!”.