Opinión: De Zacatecas a Arles.
Por Alcalino – La Jornada de Oriente.
Zacatecas tiene la feria más copiosa del otoño mexicano, y ha sabido rodearla de un aura que emana sabor taurino por los cuatro costados, tan importante la cartelería de las corridas como el paralelo programa de conferencias, coloquios y exposiciones en recintos ad hoc. Ambas muestras –la del ruedo y la otra– han captado la atención y compartido el entusiasmo del público de la muy hermosa y peculiar capital zacatecana. Una ciudad con personalidad y carácter, calidez y color.
Programa cultural. El pregón de la feria estuvo a cargo de Genaro Borrego Estrada, que fuera gobernador del norteño estado, tan hondamente involucrado con la fiesta que llegó incluso a destacar como aficionado práctico. Emitió un sentido y bien articulado discurso, centrado en la importancia que su tierra natal ha tenido para la historia del toro bravo mexicano. Y dejó, además, esta frase magnífica: “Yo no soy yo sin ser taurino”.
Un tema, el del toro, abordado también por Luis Niño de Rivera, que fue novillero de fino corte y, en su calidad de cronista e historiador, presentó, el pasado día 17, la segunda edición de su libro Sangre de Llaguno: la razón de ser del toro bravo mexicano. La víspera, en conferencia, el crítico y escritor hispano José Carlos Arévalo habló largo y tendido sobre “la Época de Oro del toreo en México”, referida, naturalmente, a la década prodigiosa que siguió alboicot de 1936, urdido por la torería española ante su marcada impotencia para contener el aluvión llegado de México en forma de matadores, novilleros y subalternos que amenazaban con desplazar a los valores locales de la preferencia de sus propios públicos. Juan Belmonte denominó boicot del miedo a esa ignominia. Limitados al reducto nacional, los Armilla, Garza, Soldado, Solórzano, Balderas, Ortiz, Liceaga, Silverio, Arruza, Procuna,Velázquez y demás darían forma, entre todos, y a favor de la bullente sangre de nuestros toros de entonces, a la independencia taurina de México.
No menos interesante resultó la sabrosa ilustración que Chucho Solórzanohizo, utilizando la palabra y la estampa fílmica, de lo que significa el arte y el estilo propio para el toreo. Y hablando de filmes, Zacatecas pudo ver y aplaudir el recién estrenado documental “Luz en las Sombras”, dedicado por su directoraRenel Tron al toro de lidia mexicano; por su parte, el sábado 13 por la mañana, los alternantes de esa tarde –Jerónimo, Arturo Macías y Jorge Sotelo– les dedicaban una sesión de asesoría in situ a los alumnos de la Escuela de Arte y Cultura Taurina.
Con Juan Antonio de Labra como moderador, Xavier González Fisher y Horacio Reiba tendrán a su cargo el cerrojazo este sábado 27, abordando el tema “Calesero, Procuna y su tiempo”.
Las corridas. La verdad es que el marco cultural está resultando más brillante que el juego del ganado, de cuidada presentación en general pero de comportamiento desesperante por lo soso y apagado de la mayoría. Entre las excepciones se contó un huracán astado de Pozo Hondo, que en descontrolado arreón durante el segundo tercio, se llevó por delante al peón de brega Héctor Rojas y le infirió dos muy graves heridas, en el pecho y en el vientre, de las que por fortuna se va reponiendo, atendido con notable acierto por el equipo médico del doctor Raúl Cabral Soto.
A ese bronco animal le cortó Joselito Adame la oreja más meritoria de la feria luego de fajarse con él, dominarlo y sacarle un partido insospechado. Y en su segunda tarde, el hidrocálido le tumbó otro apéndice a uno de regalo de Los Encinos, el lunes 8, con el Escapulario de Plata en disputa. Éste se le otorgó aOctavio García El Payo, que le había cortado dos, algo protestados, al 5º de una tarde en la que Juan Pablo Sánchez cobró asimismo una oreja del 3º.
En la trágica corrida del domingo 7, El Zotoluco, de discreta actuación, le dio la alternativa al joven novillero local Ignacio Escobedo, que a puro valor desorejaría al 6º, un buen toro de Pozo Hondo. En cambio, los de Cerro Viejo,sosos y rengueantes, frustraron el sábado 13 las buenas intenciones deJerónimo, Arturo Macías y Jorge Sotelo, si bien el poblano y el de Zacatecas lograron pasear una oreja por coleta, más a base de deletrear el toreo que de llevar emoción a los tendidos. Macías, por cierto, ha mostrado una inseguridad anormal con la espada, al grado de escuchar dos avisos por tarde: actuó los días 13 y 14, este día con el encierro más aprovechable, procedente dePozo Hondo, del cual le correspondió un delicioso 4º toro, de vuelta póstuma, que tardó tanto en doblar tras emotiva faena que el palco envió dos avisos.Fermín Rivera, sobrio y torero, desorejó a su primero. Y con el mejor lote,Diego Silveti, en su debut zacatecano y a oreja por morlaco, pudo saborear la salida en hombros de la Monumental.
Pero ni Diego, ni El Payo ni Saldívar consiguieron tocar pelo el día presuntamente estelar del ciclo –el patriótico martes 16–. Y eso que La Venta de Romero envió un sexteto lo bastante pastueño como para que los jóvenes se hubieran autoagasajado toreando. No fue así y, como diría Juan Antonio de Labra en su crónica del festejo, al final flotaba una sensación de vacío que lo obligó a cuestionarse sobre cómo encabezar la reseña de festejo tan desabrido. Sin estar mal, la terna quedó a deber en términos de entrega, pasión, vibración torera.
La Feria del Arroz. Al otro lado del mundo, a orillas del Ródano, la plaza de Arles es un antiguo anfiteatro romano, engalanado para festejar su anual Feria del Arroz. Los franceses están dando muestras de fértil imaginación en el manejo de su fiesta, aunque esta vez quizá se excedieran con la escenografía. Por lo pronto, Juan Bautista, que celebraba sus 15 años de matador, no agradecería la idea del arquitecto Rudy Ricciotti de esparcir sobre la arena, el sábado 13, polvillo dorado y lágrimas de latón, tan ligeros que el viento los proyectaba contra los toreros y los ocupantes de las barreras, adornadas éstas con textiles con diversos diseños a blanco y negro, obra del artista Christian Lacroix, autor asimismo de la idea de pintar completamente de blanco –como si estuvieran encalados– barrera, estribo, burladeros y contrabarrera. La corrida era goyesca, con Bautista de único espada, y el pintor Claude Vaillat diseñó para él, con motivos minimalistas sobre seda blanca, el bello capote con el que partió plaza tras haber desfilado entre suspiros de admiración las últimas 13 reinas de la Feria. Durante el festejo, tampoco resultaron tan lucidas como se esperaba las intervenciones del coro arlesiano Voce, acompañando a la soprano Cecilia Arbel, tan fino todo como poco adecuado para animar la fiesta. De eso se encargaría Juan Bautista aunando pundonor a torería: logró remontar una tarde difícil hasta sumar cinco orejas y un rabo. Éste del noble cierraplaza de Domingo Hernández, si bien su faena más lograda había sido la del 3º, de San Mateo, la ganadería que Capea bautizó así en homenaje a la San Mateo zacatecana que es, hoy día, el monoencaste abrumadoramente dominante en el campo bravo mexicano.
La feria empezó el 12 de septiembre con una novillada concurso de ganaderías. Venció un utrero ideal con la divisa francesa de Blohorn, “Vridi” de nombre y soberbio de clase, demasiada para los valerosos afanes del venezolano César Valencia que, bullidor y puesto, le cortó forzada oreja. Mucho más bisoños, el hispano David de Miranda y el francés Louis Housson derrocharon valentía, Miranda a cambio de una cornada en el gemelo que no le impidió estoquear a su heridor.
Y Joselito Adame. Cerró feria, el domingo 14, un hermoso encierro deLa Quinta de juego desigual. Paco Ureña y Román Collado cumplieron valerosamente. Joselito Adame, segundo espada, tuvo el mejor lote pero estuvo por encima de ambos, un cárdeno imponente, noble y repetidor aunque algo soso, al que toreó y mató superiormente para dar ovacionada vuelta al ruedo, luego que el juez le negara una oreja solicitada por mayoría. Y el encastado y exigente 5º, con el que dio José la medida de su celo y sitio actuales en una faena que lo tuvo todo –y por encima de todo, dos tandas cenitales con la zurda– excepto el remate de la estocada. De cualquier forma dejó muy en alto su cartel y salió entre aclamaciones del coso arlesiano, el mismo donde El Juli lo hiciera matador, siete años justos atrás y, para variar, en son de triunfo.