lunes, 14 de septiembre de 2015

¡Extraordinario, portentoso, fantástico!...Que va, solo es Servilismo!

¡EXTRAORDINARIO, PORTENTOSO, FANTÁSTICO!...QUÉ VA, SÓLO ES SERVILISMO!

Por Xavier Toscano G. De Quevedo.

Los seres humanos nacimos para realizar diferentes acciones, siendo la más importante la sana y cordial convivencia con nuestros semejantes —tarea que históricamente siempre ha sido una labor muy difícil de conseguir—, y junto con este compromiso hay que añadir otra faceta fundamental y necesaria, el trabajo, que deberá ser honesto, serio y comprometido, que finalmente nos dará como resultado la obtención de los recursos justos y fundamentales con los cuales vamos subsistiendo y complementando nuestras necesidades diarias.
Debemos señalar que estos logros y recompensas —nuestros estipendios— pueden equiparase a una premiación a nuestra capacidad de trabajo, dependiendo en mucho del esfuerzo mostrado, pero sobre todo de la “rectitud y limpieza” para  alcanzar estos triunfos, sin dejar de lado ni olvidarnos jamás, de cultivar una probada calidad humana y de servicio a los demás.
En nuestra hermosa e inigualable Fiesta Brava, como una parte de las actividades que con gusto y admiración realizamos, aunque hoy sería más prudente señalar, “en la que muchas personas nos deleitamos en nuestra sociedad”, no es ajena de entrar en estas condiciones o rango de triunfos y logros, ya que es primordial y necesario en el espectáculo taurino el alcanzarlos, porque sin ellos, sería materialmente imposible caminar en esta difícil y rigurosa profesión, que es el “arte” de lidiar reses bravas.
Sin embargo, existe algo que es privativo: “los triunfos deberán ser auténticos”, de ningún modo triviales y menos superfluos, o inclusive lo más grave y vergonzoso, el manipularlos dolosamente.
Los éxitos siempre tendrán que ser obligatoriamente, obtenidos con rectitud y lealtad —frente auténticos toros o novillos, según sea el rango del torero— porque de no ser así, serán fugaces, volátiles, engañosos, y nunca les servirán absolutamente para nada.
Analicemos qué es lo que sucede. Siempre se ha argumentado, y con justa razón, que la categoría y validez de un triunfo dependerá en gran medida de la rigurosidad y seriedad de la plaza, de sus aficionados, y del proceder honesto y digno de las autoridades. Es ésta una verdad axiomática e irrefutable, y como un ejemplo diré: “Qué es más trascendente e histórico el obtener una oreja en La Real Maestranza de Sevilla, o en Las Ventas de Madrid, que el andar por ahí cortando ¡orejas, rabos o indultos!” En… bueno en cualquier plaza de nuestro país, con público eventual y ligero, y con autoridades entreguistas y mediocres.
Lo verdaderamente importante y que marca una diferencia, es y siempre será la entrega y disposición que muestre un torero en el ruedo y frente al toro para intentar alcanzar el triunfo, sin olvidarnos que éstos siempre estarán acordes y en congruencia con la seriedad y autenticidad del espectáculo —que ante todo, únicamente lo provee la presencia de su Majestad el  Auténtico Toro Bravo— avalado siempre por la exigencia y rectitud obligatoria que deberán mostrar los aficionados, para valorar y calificar las actuaciones de los toreros, ya que solamente así habría categoría y verdad. Todo lo demás, ¿qué valor tiene? ¿Por qué engañarse? ¡La realidad es que aquí, no pasa nada!      
Aquí infelizmente las cosas seguirán igual, y cada día peor. Podrán continuar cortándose —o dándose  a la ligera, en cada tarde en nuestro país— orejas al por mayor, rabos e indultos, ante la algarabía de los fiesteros, pero sin temor a equivocarme, puedo asegurarles que al día siguiente ya ninguna de estas personas lo recordará —si acaso y por mero compromiso, los lisonjeros y aduladores—  y lo más probable es que ni el mismo torero.
Pero lo más lamentable de nuestra fiesta brava es que siempre han existido personas empeñadas en engañar y engañarse, comúnmente conocidas y nombrada como “taurinos”, que no son otra cosa que parásitos y zánganos, que pretendiendo vivir a expensas del trabajo y esfuerzo de los demás —sin jamás reparar en el menor de los escrúpulos— se pasa el tiempo adulando hipócritamente a los toreros, enalteciendo y solapando a las empresas, inventando insolentemente de triunfos y maravillas realizada en los festejos, sin detenerse a pensar y mucho menos a reflexionar que con su actitud farsante, obstaculizan y no permiten el desarrollo, desenvolvimiento y aprendizaje verdadero y natural de los toreros, olvidándose estas nefastas lacras de la fiesta, del daño y perjuicio tan grande que por varias décadas ya le han ocasionado al Espectáculo Taurino de nuestro país.
¿En qué ayudan? Las maravillas y portentos divulgados por los “menesteroso paleros” ¿de qué sirven tantas incongruentes algarabías propagadas por los “taurinos serviles”? Si la realidad es que los toreros de nuestro país no avanzan absolutamente nada, y cuando salen de nuestro país, gritan jubilosos a los cuatro vientos ¡que fulano y perengano, ya van rumbo a España! Y después al regreso de éstos, sin alcanzar el más minúsculo triunfo, empecinados en seguir con su  nefasto y mentiroso proceder, se ponen inmediatamente en la búsqueda de pretextos y excusas para afanosamente solapar el fracaso de los toreros nacionales. ¡Qué va, es únicamente servilismo!
Definitivamente, estas nefastas lacras de nuestra fiesta siempre estarán presentes. Ya es tiempo de que recapaciten y actúen con honestidad y congruencia, nuestra fiesta está muy dañada por culpa de “estos parásitos, oportunistas e incongruentes” —vividores serviles— y de ello se aprovechan los detractores. En estos momentos el camino es difícil y escabroso, la única línea correcta a seguir en este mágico y misterioso mundo de la Fiesta Brava, es comprender y aceptar que solamente se corregirá con la presencia en los ruedos del eje central y único del Espectáculo; su Majestad el Toro Bravo.
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Enviado por De Sol y Sombra