Agosto, mes del toreo en la mirada de Horacio Reiba.
Apogeo del verano, agosto es el mes en que más corridas y novilladas aloja la piel de toro, en cada región y por los cuatro puntos cardinales. Suprimida la Semana Grande de San Sebastián –la favorita de Rodolfo Gaona– por un gobierno demagógico y obediente al ébora de la taurofobia, persiste sin embargo Bilbao como el puerto de mayor altura, y lo mismo en Andalucía que en Galicia o La Mancha, en agosto el sol brilla sobre los alamares con mayor intensidad que nunca, aun en un año tan flojo para el toreo como este 2014. Si a eso se agrega la presencia fugaz pero redentora de José Tomás y el momento estelar que viveMiguel Ángel Perera, ha habido, pese al inevitable triunfalismo que trae la abundancia, suficientes motivos de solaz y taurino disfrute.
Perera. Venia el extremeño de arrasar a pura decisión y acendrado torerismo en San isidro y Pamplona –por citar dos pináculos de la temporada donde el toro campea por sus respetos—y se le esperaba en Bilbao. Dicho y hecho. Perera también se erigiría en rey del Bocho. Con “Hechicero” de Garcigrande –lo más parecido al toro ideal en versión española—todo fue a más: toro, torero y faenón. Hasta se pidió el indulto, bien denegado. Faena para cortar dos orejas de mucho peso, que la espada dejó sin más premio que la vuelta al ruedo para ambos, “Hechicero” y enseguida Miguel Ángel. Clamorosas ambas.
Si ese jueves 21 Perera acabó por cortarle una oreja del 6º, y al día siguiente se buscó el juez una considerable bronca por negarle otro apéndice ganado a pulso, tras poderle y terminar toreando a placer a un jandilla duro como el pedernal, la solitaria oreja paseada por Miguel Ángel no da idea de la dimensión alcanzada por éste como triunfador indiscutible del ciclo bilbaíno, puesto que bien pudieron ser seis. Y por estilo anduvo el de la Puebla del Prior en cuanta feria agosteña asomó el añadido y desplegó su capote: Vitoria, León, Badajoz, Teruel, Gijón, Almería supieron de su afán y poderío. Esa decisión por afianzarse como el torero del año, y el único del G-5 que ha hablado en el ruedo, ante el toro y para la afición, no en los medios, al micrófono y para el cortilleo.
José Tomás. No puede llamarse tímida, muy al contrario, la reaparición en Málaga del misterioso torero de Galapagar. Pero precisamente por ser el que más mueve la taquilla y más encontradas pasiones y sensaciones suscita, resulta insuficiente y de alguna manera insatisfactoria. En materia de toreo puro, nada que oponer. Su extraño mano a mano con Hermoso de Mendoza se saldó con tres orejas y solemne paseo en hombros tras haber cuajado dos faenones, el del 6º de Victoriano del Río –un castaño rebarbo ojo de perdiz que pesó 697 kilos—, henchido de naturalidad y de naturales, seguramente el más lento y deletreado del año, en cualquier plaza y por cualquier torero. Razón de más para que nos sepa a poco la esporádica, homeopática presencia de artista y mito tan singular.
El G-5. Evidentemente, Perera se despegó del resto, pero eso no quita que los otros cuatro hayan tenido sobradas ocasiones de manifestarse. Para El Juli, y a despecho de sus numerosas orejas y salidas en hombros, Bilbao supuso un frenazo, pues si el día 21 consiguió desorejar a su segundo –aunque la gran tarde de Perera lo opacara todo–, con los de La Quinta, el día 23, anduvo de trámite y hasta fue pitado su visible decaimiento. En el propio Bocho, Morante había resuelto, con una sola faena de arte cabal, la espuma de tres trasteos insustanciales de Manzanares, que se llevó el mejor lote de un mano a mano demasiado amistoso para al menos parecerlo. Año flojo de José María, pese a la considerable cosecha de triunfos menores, inevitables en pleno agosto. Como inevitables son los impagables chispazos del de la Puebla del Río, que salpicaron de arte aquí y allá –Málaga, Cuenca, Bilbao…– su campaña agosteña del 14, necesariamente desigual.
Talavante, que no fue a Bilbao, dio en cambio notables muestras de superación del mal momento que desde hace un tiempo venía pasando. Es cierto que, cuantitativamente, ni él ni sus “coequiperos” han dejado de triunfar –Gijón, Ciudad Real, Cuenca, Tomelloso o Arenas de San Pedro en su caso–, pero fue en Málaga, el miércoles 20, donde mostró al fin signos visibles de una anhelada recuperación, con los toros de Victoriano del Río y El Juli y Perera de compañeros de cartel. En una tarde feliz para los tres, el toreo más puro lo hizo el de Badajoz, gran noticia luego de año y medio de bruscos muñecazos, que irremediablemente lo apartaban del Talavante más hondo y auténtico. Hasta se atrevió de nuevo con la arrucina, como cuando alucinaba toros y públicos con la fuerza imaginativa y emocional de su toreo.
Hermoso y Ponce. Andan celebrando sus bodas de plata con la tauromaquia, y qué mejor manera de hacerlo que con un mano a mano en Vista Alegre. Aunque esa tarde bilbaína del martes 19 algo faltó para que redondearan la efemérides, pese al par de apéndices cobrados por el rejoneador estellés. A Ponce, habilidoso con un Victorino demasiado vivaz, le salió un Juan Pedro que embestía en cámara lenta y al que pinchó tras una muy celebrada faena. Con mucho toreo al hilo del pitón y más pose que contenido, eso sí. En otras plazas, sin prodigarse demasiado, ambos dieron fe de su vigencia, un tanto desgastada a estas alturas.
Mexicanos. Nada que reprochar a Joselito Adame, orejeado en Bilbao y más puesto y dispuesto que nunca en todos sus toros y en cuanta plaza pisó, española o francesa. Precisamente en la de Mimizan, del país galo, otorgó su primera alternativa y sumó su enésima salida en hombros, tras cortarle las orejas al 4º de Gallon. El doctorado lo recibió Brandon Campos, también paisano y también orejeado tras su primera faena como matador. Segundo espada era el francés Thomas Defau, que no pasó de voluntarioso.
Por cierto, el aguascalentense Adame marcó otro hito agosteño rigurosamente inédito al constituirse en el primer matador que actúa tres días consecutivos en tres países distintos: el 23 en Mimizan, Francia; el 24 en Robledo de Chavela, España (otras dos orejas y nueva salida en hombros); y el lunes 25 en San Luis Potosí, México, donde se le interrumpiría la racha triunfal, incluso recurriendo al torito de regalo. Esa noche, en la Fermín Rivera, El Zotoluco y Juan Pablo Sánchez cobraron un apéndice cada cual. Joselito Adame, un torero con carnet aéreo de viajero frecuente.