domingo, 31 de agosto de 2014

Ocho con Ocho – Centenario del Calesero 


Por: Luis Ramón Carazo.

Al repasar la historia de los toreros, da la impresión de que su profesión forma parte de un mundo aislado, independiente, sin conexión con otros personajes históricos. Naturalmente, no es así, es evidente que el mundo de los toros refleja las circunstancias de cada momento, el mío con Alfonso Ramírez Calesero, no es de extrañar, conecta con el de mi padre José Luis Carazo Arenero,amigo entrañable de Calesa. Por lo tanto siempre estuvimos pendientes de él y del desarrollo de la carrera de sus hijos y su nieto, a los que vemos con afecto por la misma causa que ellos nos ven así.
También, esa es la razón por la que me he dedicado a escudriñar artículos y películas para entender mejor quién fue en los toros Calesero. Criticados y admirados a la vez, hasta la irracionalidad, los toreros artistas son objeto de adulaciones e injustas críticas. Sus partidarios, nos negamos a aceptar reclamos airados contra su espíritu. Los enemigos de los artistas acuden a las estadísticas para por ejemplo acusar a Calesero de “solo haber recibido dos orejas en 28 actuaciones en la plaza México”.
Pero ahí está. Pasan los años, se suceden las generaciones de toreros, en el camino se han quedado muchos que tanto apuntaban y ellos siguen en la memoria colectiva. A lo largo de la historia se han llamado El Gallo, Gaona, Cagancho, Chicuelo, Pepe Luis Vázquez, Gitanillo de Triana, Curro Romero, Rafael de Paula y ¡cómo no! Alfonso Ramírez Calesero.
Cualquier reflexión sobre su significado no asume identificación absoluta con su concepción del toreo y del torero. Si, una actitud profunda frente a quién con criterio simplista es incapaz de entender por lo menos todo lo que hay detrás de lo que significan, para el arte del toreo. Es de llamar la atención que los toreros artistas, gozan por norma general de longevidad taurina, pese a la intermitencia de sus éxitos, laten como le pasó a Calesero, por una larga cordobesa en La México en los cincuenta del siglo pasado.
Relataba Don Alfonso que una de las mejores anécdotas le sucedió años después con el motivo de ese lance. Fue a una corrida acompañado de su esposa, y a la salida un hombre no dejaba de observarlo, comprendió que lo había reconocido, el señor iba acompañado, cuando pasó a su lado escuchó “¡Mira quién va ahí!”, “¿Quién? ”El que lleva comiendo cinco años de una larga cordobesa”
La longevidad de su carrera explica en primer lugar que su modo de hacer no estaba sujeto ni se circunscribía a moda alguna, ni a un tipo de toro específico, ni tampoco a lo que dijeran los medios de comunicación. Su permanencia en los ruedos, se debe a que no disminuyó su íntima ilusión, si no, no se explica que con el público en espera, él insistió en seguir vistiendo el traje de luces hasta que se lo permitieran sus grandes facultades físicas.
Y quiero opinar y frenar la fórmula en el que se asienta el ataque a los toreros como a Calesero. Dicen, quienes ven al toreo como un mero resultado estadístico y además son negados a entender que una persona que se viste de luces guarde hacia su profesión un sentimiento distinto al económico, que toreros como Calesero sólo están por una motivación económica, ignorando la gran pasión por lo que hacen. Su permanencia en los ruedos no obedece a otra causa, que su legítima voluntad de mostrar que su concepción del toreo era algo que surge de lo profundo de su alma.
El Calesero, sintió el arte de torear, como una manera de desahogar su expresión plástica y estética, sin dejar de atender por momentos en su carrera, el dominio del toro. Frente a la noción del poder – dominar al toro, entender sus reacciones, someter sus embestidas – prevaleció la armonía de buscar expresarse toreando, sus sentimientos, su personalidad y su particular e íntima interpretación de las normas del toreo. Le inquietaba me parece, evidenciar sus sentimientos.
Imaginativo, certero en las banderillas, clásico con la muleta y en ocasiones valiente al ejecutar la estocada, es una de las figuras del toreo mundial, que le mantuvieron en activo por casi cuarenta años, donde su nombre era un lujo en los carteles. Si frente al público y al toro, duró tantas temporadas, en algunas siendo el torero de mayor número de actuaciones en el país, en activo, fue por algo, por la búsqueda del ser humano en su existencia; la realización personal, esa de la que dio cuenta durante su vida.
Toreaba para disfrutar y alcanzamos a entender que en su quehacer no había un criterio comercial, sino una fiel personalidad. Algunos en el tiempo han perdido la memoria y arremetieron contra él, sin entender que muchos creemos que el toreo es arte y que esperamos algo, un lance, un muletazo, un gesto. Hoy a un poco más de cien años recién cumplidos de su natalicio, dónde quiera que te encuentres Calesero, de seguro en la Gloria, charlaras con tantos que se te adelantaron en el paseíllo de la vida como Arenero, sobre tus tardes en las que nos dejaste arte efímero para la historia. Gracias a Dios por convivir y disfrutar, algo de tu tiempo, en el nuestro.