viernes, 22 de agosto de 2014

Morante, contexto de arte.


Para Tessa Cuesta, verso y flor.
Por Luis Cuesta – De SOL y SOMBRA.
Cuando uno genera esa felicidad en la gente, cuando es capaz de hacerla soñar, se siente pleno como artista.
Morante de la Puebla.
Cuentan que hace unos años era un alma perdida ¿Qué es un alma perdida? Es la que se ha desviado de su verdadera senda y anda a tientas en la oscuridad de los caminos del recuerdo escribió el inglés Malcom Lowry.
Pero ¿De verdad estaba perdida? O simplemente la idea de verse en figura del sacerdote de una legión, provisto de aquel tremendo poder ante el cual aficionados y escépticos se inclinan reverentes, lo había tomado por sorpresa y no estaba listo todavía para enfrentar al mundo desde esa posición.
Pasado el tranco de los años, años por cierto muy duros en lo personal y profesional, llenos de triunfos pero también de derrotas, en los que moldeo al artista, ha llegado por fin al cenit y se ha quedado ahí, solo en su trono.
Después de ver un par de ocasiones la faena al tercero de su lote, el pasado miércoles en Bilbao, he llegado a la conclusión que lo poco que he aprendido sobre el arte del toreo se condensa en esto: no es lo que pensaba que es. Es una cosa absolutamente nueva cada vez y para cada individuo. Morante, por ejemplo. Morante, cuando yo lo escribo, significa algo enteramente distinto para cada aficionado que lo piensa.
Para algunos es un artista, un genio, pero para otros un farsante. Hemos escuchado hasta la saciedad críticas de todo tipo hacia al torero por su falta de honestidad y actitud. Criticas con las que compruebo, que grande es la confusión intelectual en el toreo actualmente.
¿Comprender a Morante sería carecer de arte? Yo preferiría a estas alturas no comprender del todo al artista. Imagínese un mundo en el que la neuroquímica nos explicara por ejemplo a Mozart…tal vez algo se perderia.
Morante ha firmado faenas históricas pero también ha dejado pasar muchos toros, porque con ellos nunca pudo formular lo que llevaba en su espíritu. Y no pudo porque, al torear, se sentía insatisfecho y tenía que corregirse y corregir su corrección. Rectificándose constantemente, intentando siempre nuevos modos de decir lo mismo, muchas veces ha complicado su pensamiento hacia las masas.
Morante es un solipsista. El solipsismo es la teoría de que el «yo» está solo -solus ipse- y nada existe fuera de la conciencia: una plaza de toros o un toro serían un espejo, un sueño, una invención. Porque finalmente creo que la única «verdad» en el arte del toreo es la concordancia del pensamiento consigo mismo.
Si un contemporáneo en el toreo parece destinado a la inmortalidad, ése es Morante. Un torero producto de su tiempo y sin embargo, sabe cómo trascender, de un modo mágico. Este hombre ha decido tomar un camino inmensamente más peligroso y agotador, pero que es el único camino que tiene la misma dignidad de aquellos toreros de los que ha embebió sus enseñanzas, desde Frascuelo, Bombita, Rafael el Gallo, Cagancho, Chicuelo…
Morante es el único torero actualmente que marca diferencias, en tiempos donde se habla mucho del temple, del valor, de la técnica… ¿Y la gracia? Ya lo dijo el maestro de Paula hace unos años “Gracia torera, actualmente solo Morante. Toreros con gracia torera en el pasado: Pepe Luis Vázquez“.
Seguramente algunas faenas importantes habrá en estas corridas generales, pero los que tuvieron la oportunidad de ver a Morante en Bilbao recordaran la tarde del pasado 20 de agosto y la guardaran para siempre en su mente, porque durante unos minutos el artista consiguió aquello que busca en su obra y que el mismo define como “el toreo que queda en la memoria, el que deja huella en el alma del espectador en este mundo comercializado. Y, humildemente, yo soy la prueba”.
Larga vida a Morante.