viernes, 28 de agosto de 2015

Cómo hemos cambiado...Tardes de escarabilla

CÓMO HEMOS CAMBIADO...TARDES DE ESCARABILLA

Las comparsas animaban las corridas de toros en Vista Alegre, desde donde se celebraba tras el festejo una multitudinaria bajada hasta las txosnas de El Arenal.
Por Aitziber Atxutegi.

La salida de los toros era, hace tres décadas, todo un acontecimiento en Aste Nagusia. Las comparsas, que habían acudido a ver el festejo, se reunían a las puertas de Vista Alegre y recorrían las calles de Bilbao en una colorida y multitudinaria bajada. Bandas de cartón y fanfarrias animaban la kalejira, jalonada de pancartas e incluso algún vehículo que se encargaban de llevar siempre los comparseros de Tintigorri, incluso un coche de bomberos. Muchas comparsas acudían a la plaza durante la lidia, pero nadie faltaba a ese desfile posterior.
Los toros siempre han estado ligados a las fiestas de Bilbao, antes incluso de que se inaugurase Vista Alegre en 1882. Antiguamente, la plaza de toros se ubicaba frente a la iglesia de San Antón, al lado del antiguo ayuntamiento, y también se celebraron corridas en la Plaza Nueva. Antes de llegar Vista Alegre hubo cosos en Indautxu, Abando, Zabalburu y Fernández del Campo. Solo en la actual plaza, desde su inauguración, se han lidiado 1.200 corridas y casi 1.000 novilladas, sin tener en cuenta otro tipo de festejos. “Hasta la Guerra Civil, el espectáculo de masas por excelencia eran los toros. También en Bizkaia”, afirma Antonio Casado Fernández, presidente del Club Cocherito.
Por eso, cuando en 1978 nació Aste Nagusia, se siguieron manteniendo las corridas dentro del programa. La Junta Administrativa, además, ofreció a las comparsas entradas a precios reducidos en la zona de galería, con lo que todas las tardes eran una fiesta en el coso. Una fiesta, sí, porque los comparseros nunca subían a los toros sin sus fanfarrias. Con respeto, eso sí. “Siempre ha funcionado muy bien. Algunas personas tenían miedo de que las corridas se convirtieran en las de Pamplona, donde las peñas van al tendido y no molestan a nadie. Pero aquí iban arriba y las comparsas entendieron perfectamente que no se podía molestar porque los de abajo iban a protestar.
Por ejemplo, solo tocaban entre toro y toro, con lo que conseguían también que la Banda Municipal no tuviera que tocar todo el rato”, relata Fernando Toja, comparsero de Hontzak. “Cuando salía el toro se hacía el silencio. Se atendía a la lidia y al que no le interesaban los toros se ponía a hablar con el de al lado. Nadie podrá decir nunca que las comparsas que subían a la plaza de toros molestaran”.
Después de los toros, llegaba la fiesta. La bajada hasta las txosnas, por Hurtado de Amezaga, era todo un espectáculo: unos, disfrazados; otros, como Uribarri, solían bailar al son del txistu, pero el jolgorio y el buen ambiente eran la tónica del cortejo. “Algo digno de ver. Algunos días duraba tres horas”, rememoran los comparseros más veteranos, en una época en la que algunas comparsas, como Sama Siku, de Santutxu, llegaron a contar hasta con 3.000 miembros. Algunas subían solo para la bajada. “Hubo algún año que lo hicimos por otras calles, como San Francisco, intentando hacer llegar las fiestas a todos los barrios de Bilbao”, recuerdan comparseros de Moskotarrak. La supresión de las entradas a precios más baratos, junto a una cada vez mayor conciencia antitaurina, hizo que esta tradición se fuera perdiendo.
Pero los cambios también se han visto dentro de la plaza. ParaAntonio Fernández Casado, el cambio fundamental se ha dado en los toros. “Han perdido fiereza. Ahora es un animal más preparado para que le toreen. Hace años, raro era el torero que no tuviera una o dos cogidas por temporada”, afirma. Esos toros dieron fama a la plaza bilbaina. “Siempre se buscaba la mejor ganadería. Y siempre se pagaba una peseta más que el que más pagaba”, cuenta a modo de anécdota. ¿Y la escarabilla del titular?, se preguntarán. Ese resto de carbón de las fundiciones se utilizaba al principio para evitar los charcos en la arena. De ahí que sea la única negra del Estado. Ahora ya lo saben.