Por: Luis Ramón Carazo
En un lugar recóndito de Andalucía rumbo a Málaga se ubica una población que por cierto es del mismo nombre que ostentaba lo que hoy conocemos como Oaxaca en México, lugar en dónde si bien no están prohibidos los festejos taurinos hace muchos años que no los celebran, influidos los sureños por el pensamiento de Benito Juárez que los prohibió en su tiempo.
En Antequera el domingo 23 de agosto de 2015, se celebró un festejo en el que se integraron en el cartel tres toreros de una misma cuerda,El Pana, Morante y Talavante con astados de Jandilla que apenas llenaban el expediente, pero eso fue un pecado menor.
Los antequeranos tienen gusto por el romance del toreo de dejarse ir con la interpretación y no con las reglas aplicadas con rigor, recuerdo que hace muchos años fue uno de los últimos lugares en dónde actúo el torero del mechón blanco español Antoñete, el mexicano de manchón blanco lo fue Luis Procuna por su cabello conocido como el Berrendito de San Juan.
Lo de Rodolfo Rodríguez El Pana es histórico; pues rebasando los sesenta años es capaz de darse y darnos el gusto de lucir el toreo churrigeresco o sea el barroco mexicano en plazas españolas. La plaza que casi se ocupó todas las localidades, con emoción presenció la profundidad de los pases con la derecha, templados y el acompañamiento con la cabeza reclinada sobre el lado derecho como lo hacía en su tiempo Procuna.
Los lances de capa distintos que interpreta el de Apizaco y la prueba de la vitalidad que representa hacer lo que a uno le gusta, parece vivir a El Pana un momento de salud espiritual que le permite seguir transitando con su concepto en el ruedo.
Y le confieso que me guío por unas cuantas imágenes de la tarde, gracias a la magia de la velocidad moderna en que nos enviaron de la empresa unos instantes de lo que fue una tarde de toros, como seguramente se vivía con mayor frecuencia en épocas remotas y en la que público y aficionados se decantaban más por los detalles y las crónicas; eran un relato poético y no un resultado estadístico.
Alejandro Talavante hizo el toreo inspirado en la línea de lo más clásico, a la vez lleno de improvisación y solemnidad propia del extremeño, con la cintura como base angular para profundizar en los muletazos, bien colocado casi siempre, la panza de la muleta adelantada y el toro imantado en la franela en pases largos con gran sentimiento.
Morante de la Puebla desparramó su arte en destellos deslumbrantes, barroquismo puro español, naturalidad excelsa.
Tres concepciones distintas y una sola verdad: la grandeza del toreo. Y grandeza embrujada de misterio, porque, qué hace que el toreo sentimental produzca una emoción intensa: la grandeza misteriosa de un aroma verdadero llamado toreo.
Los resultados de los trofeos son lo de menos y los pueden consultar en los portales correspondientes, prefiero dejar la tarde para el recuerdo en los instantes bellísimos que la ilustraron. Felicitar a la empresa por la organización del festejo y a la afición de Antequera por su inclinación por el sentimiento del toreo, ese que a veces parece extinguirse pero que afortunadamente y de tarde en tarde, nos recuerda, que no está muerto.
Tome nota como diría el mítico Juncal.
Para culminar, de lo que si fui testigo presencial fue el afortunado debut de Gerardo Rivera, torero de Apizaco, Tlaxcala en la plaza México, quién con Nicolás Gutiérrez, Rafael Serna forma ya una tripleta que le está dando nombres y apellidos que seguramente significarán algo muy importante para el toreo del futuro, enhorabuena, el toreo a pesar de sus detractores, sigue con vida.