domingo, 23 de agosto de 2015

¿La Fiesta en Paz? Nuevo saqueo en Coahuila

¿LA FIESTA EN PAZ? NUEVO SAQUEO EN COAHUILA

Por Leonardo Paéz.



35 mil millones de pesos o más desaparecieron por arte de Birlibirloque, que diría José Bergamín. Fueron birlados, quitados con malas artes, por la voraz administración de Humberto Moreira, anterior señor feudal de Coahuila. Su hermano, Moreira II, heredero de ese generoso estado, decidió, contraviniendo los gustos de su antecesor, prohibir antier las corridas de toros por pleitos con un empresario taurino.
Sometido al pensamiento único dictado desde Washington que ordena lo que debe ser política, económica y culturalmente correcto para el planeta, Rubén Moreira manipuló al impresentable Congreso del estado –mineros insepultos, endeudamiento multimillonario, secuestros y explotación infantil, sí; toros muertos a estoque no, porque es maltrato– que aprobó la iniciativa por 16 votos en favor y 5 en contra.
Tricolores, verdes oportunistas y estudiantes colonizados, convertidos en piadosos animalistas y sin otros asuntos de los cuales ocuparse, en su antojadiza modificación al artículo 20 de la Ley de Protección y Trato Digno a los Animales se alcanzaron además la puntada de prohibir las labores de tienta en las ganaderías. Como siempre, detrás de la tierna medida las baterías van dirigidas a enemigos políticos de Moreira II, en este caso a Armando Guadiana, empresario, ganadero y proveedor del incorregible coso de Insurgentes, nocivo modelo en el resto del país.
México taurino sudamericanizdo. Hace años que en este espacio venimos advirtiendo de los graves riesgos de sudamericanizar la fiesta brava de México, es decir, de hacerla depender de tres o cuatro apellidos extranjeros a costa de la promoción de toreros locales con verdadero imán de taquilla. El poderoso duopolio no ha querido oír porque el neoliberalismo ordena importar en vez de producir. Imprevisoramente los empresarios coahuilenses Arturo Gilio y el citado Guadiana no han sido la excepción y hoy deben padecer al priecologismo.
Huamantla tiene ya varios años que en materia taurina recibe demasiados palos por parte de sucesivas empresas, tan conscientes como los cecetlos y con idénticos resultados, aceptables en lo económico y reprobables en filosofía y servicio taurinos. Se hacen negocios, se deja más o menos frustrado al público que anualmente acude a la feria y se continúa despojando a la fiesta de la verdad y grandeza que sólo da el toro con edad y trapío y combinaciones imaginativas de diestros con celo y sello.
En el pregón-pilón que el Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino me invitó a pronunciar el 14 de agosto, siete días después de iniciada la feria de Huamantla, sugerí rebautizar la plaza La Taurina de esa ciudad con el nombre de Fernando de los Reyes El Callao, el diestro huamantleco más famoso y uno de los más expresivos que en el mundo haya habido y concluía con esta exhortación: Mucha verdad y larga vida a esta añeja y rumbosa feria de Huamantla y a sus nobles y sensibles habitantes, con una atenta súplica a sus organizadores: no caigan en los vicios de los malos taurinos, que anuncian lo que no cumplen, cobran por lo que no dan y dejan de honrar lo valioso que nos pertenece.
Al poco rato La Corrida de las Luces, que no de la lucidez, copia de la de Manizales, Colombia, no me dejó mentir pues la empresa en turno trajo un encierro de Rancho Seco que a su discreta presencia añadió debilidad y sosería y si algún astado acudió con fuerza al caballo fue para ser castigado en exceso. Zotoluco El Zapata dieron y se dieron coba, en tanto que El Payo logró toreros momentos al ligarle bellas tandas de naturales a su segundo. Los tres estuvieron fatales con la espada.
La dichosa plaza no por cubierta deja de ser un himno a la incomodidad, al riesgo de accidentes por su estrecho acceso y al calor humano a fuerzas, donde 8 mil espectadores son convertidos en sardinas que a veces gritan olé, colocan sus pies donde se los permite la física más que el decoro de quien esté sentado delante y tienen como respaldo las rodillas del espectador o espectadora de atrás, cuidando de no sugerirle que se abra de piernas, evitan fumar pues literalmente no hay espacio donde depositar la ceniza y consumen a precios de hotel-boutique las bebidas que vendedores-equilibristas logran acercarles.
Así, lo que por su centenaria tradición taurina debería ser desde hace muchos años una plaza torista que diera renombre a la feria, lustre a la fiesta y fuera referente continental de las corridas, se ha reducido a desalmado bebedero, desfile de novillones y carteles vitriólicos. ¿Habrá manera, gobernador Mariano González Zarur y presidente municipal Alejandro Aguilar López, de ampliar los infames asientos-escalones de esa plaza y de exigir a las empresas concesionarias el toro con edad, o de plano que el siguiente arree?
Por último, la nueva versión de la Noche en que nadie duerme es hacer en la madrugada tres horas de Huamantla a Apizaco (27.5 km) por estar la carretera en obras.