JOSÉ TOMÁS 40 AÑOS
El próximo jueves, José Tomás cumplirá 40 años de edad. Nació en Galapagar (Madrid) el 20 de agosto de 1975. Después de impactar como novillero por su concepto del toreo y su extraordinario valor, recibió la alternativa en la Plaza México el 10 de diciembre de 1995 de manos de Jorge Gutiérrez con un toro de la ganadería de Xajay.
Pocos meses después, sufrió una gravísima cornada en Autlán de la Grana. Otro percance lo pondría al borde de la muerte en Aguascalientes, su tierra adoptiva, en abril de 2010.
Su figura se agigantó en sus primeros diez años de alternativa con triunfos rotundos en las plazas más importantes del mundo, resultado de un concepto basado en el valor sereno, la quietud, el toreo de cercanías y la entrega absoluta, bajo el embrujo de una enorme personalidad.
El 5 de junio de 2008 logró la hazaña de cortar cuatro orejas en la plaza de Las Ventas de Madrid. Esta es quizá la corrida más importante a la que he asistido en mi vida. Días después volvió a triunfar clamorosamente en el coso titular del mundo. Comenté entonces que lo importante de las hazañas históricas de Tomás en Madrid, preñadas de torería, es que a través de ellas se está imponiendo un concepto del toreo donde no hay cupo para el engaño. Con pundonor, amor propio y un valor sin límites, siempre al filo de la cornada y ejecutando todas las suertes con enorme pureza, a la mínima distancia, el torero que más se arrima en el mundo es el gran reivindicador de la lidia como un espectáculo de extraordinaria grandeza. Para él, el riesgo no tiene matices ni atenuantes. Nadie podría poner en duda sus triunfos, en tanto que los alcanzó ante toros con edad, en puntas y por si fuera poco, problemáticos, que le propinaron cinco heridas en distintas partes del cuerpo.
El 16 de septiembre de 2012 se encerró con seis toros de distintas ganaderías en la plaza francesa de Nimes, donde brindó una actuación colosal. Cortó once orejas y un rabo e indultó al bravo toro ‘Ingrato’ de la ganadería de Parladé. Esa es una de las corridas icónicas de la historia de la tauromaquia moderna.
Después de una de sus tantas retiradas temporales, reapareció el 3 de mayo de 2014 en la plaza de Provincia Juriquilla, en Querétaro. Reflexioné absorto en ese momento que José Tomás era distinto. En ningún momento busca el aplauso fácil. No reparte sonrisas y casi no mira a los tendidos. Va a lo suyo: a torear. A torear para un público, sí, pero principalmente para él. Repudia deliberadamente los artilugios y los efectismos. No se jalea sus faenas ni pega voces a los toros; sabe que si se coloca en la distancia, vendrán solos. Le place torear reunido. Se planta ahí, “donde queman los pies”, y no se mueve, así se le venga el mundo encima.
Casi veinte años después de su alternativa, convertido ya en un mito, en una leyenda viviente y seguramente en el lidiador de reses bravas mejor pagado de la historia, resulta que José Tomás es el gran torero que no torea.
Una estrategia insólita y poco comprensible lo lleva a actuar únicamente en cinco o seis corridas por temporada (este año ha toreado solo una, el pasado 2 de mayo en Aguascalientes). Es verdad que al dejarse ver poco se hace deseable y que sus escasas presentaciones son auténticos acontecimientos, pero no deja de ser extraño su planteamiento de temporada considerando que es un hombre en plenitud de facultades que apenas frisa los 40 años de edad. Es decir, se le están pasando años valiosos para seguir sintiendo y haciendo sentir.
Esta marcada inactividad contradice lo que declaró el 30 de mayo de 2007 a Almudena Grandes del periódico El País. “Vivir sin torear no es vivir”, declaró entonces el madrileño. Por mucho que lidie vacas, novillos, toros y sementales en distintas ganaderías, nada se compara con la emoción y la responsabilidad de hacerlo con público en la plaza.
José Tomás, en las sombras, es hoy por hoy la más grande interrogante del mundo de los toros.
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José Tomás, 40 años | El Universal