Es lo que digo yo: El gran ridículo.
Por: Luis Cuesta
Lo ocurrido ayer no tiene nombre. O muchos, según se mire: un espectáculo indigno, un escándalo, un fraude, un petardo, una página negra.
Y es que la fiesta brava en la capital no puede seguir por este camino, la gente esta cansada y ha perdido el interés.
Prueba de ello es la pobre entrada que registró la plaza, apenas un tercio. Ni siquiera el atractivo de ver a Perera, el gran triunfador de Madrid, atrajo público al tendido y mire usted que el diestro de Badajoz hizo una campaña publicitaria muy seria para su presentación en esta plaza el día de ayer.
Pero quizás la ilusión de volver a ver a Perera con una corrida de Bernaldo de Quirós no cayó bien en la afición, aunque esta ganadería la temporada pasada lidió un encierro con algunos toros sueltos de mucha calidad cómo el que a punto estuvo de inmortalizar Juan Pablo Sánchez.
El caso fue que se anunciaron seis toros del hierro de Javier Bernaldo y estos no eran toros o por lo menos lo que todos esperábamos por toros; sobre todo, el segundo, que hubiera pasado como novillo en cualquier plaza del país.
¡Qué poca vergüenza torera venir con estos animales a La México!
Especialmente que poco pundonor el de Miguel Ángel Perera de presentarse con estas reses anovilladas, sobretodo después de la magnífica temporada europea de la que llegó precedido.
Que triste fue ver la lidia de seis ejemplares de una ganadería que atraviesa, como casi todas en nuestro país, una epidemia de mansedumbre, invalidez, sosería y falta de casta.
Y qué imagen tan penosa ofrecieron esos toros, hundidos en la más pura miseria del descastamiento; sin cara y paralizados por su propia falta de fuerza y de raza.
Todos imposibilitados para la emoción, con excepción del primero. Ninguno acudió a los caballos con codicia -es más, casi ninguno fue picado-, y aun así llegaron a la muleta sin un hálito de vida y sin capacidad de movimiento.
Pero hubo historia, aunque parece imposible; algunas ráfagas y detalles toreros por parte de Armillita con el toro de su confirmación de nombre “pata negra”.
Ante este toro Fermín hizo una faena de buen gusto, con mucho reposo y temple. Muy suaves y expresivos resultaron unos naturales con la muñeca desmayada, pero mejor aún cuando realizó el toreo en redondo y unos ayudados con el sello de la casa. Se tiró a matar con el pecho por delante para dejar una estocada entera, algo desprendida, pero que no impidió que el público pidiera una oreja bien merecida.
Su segundo se despotirro y Fermín tuvo que abreviar, pero dejó constancia de que en el hay un torero prometedor que conforme las empresas le vayan dando toros, podrá ir puliendo y desarrollando sus magníficas aptitudes. Tiempo al tiempo.
El primero de Perera como un ave de mal agüero, anuncio la debacle de la tarde. Vaya cabra impresentable salto al ruedo.
Hubo protestas, pero no con la energía de antaño. Quizá, esta actitud permite a los taurinos y autoridades hacer y deshacer a su antojo a espaldas del interés del verdadero aficionado.
El caso fue que Perera se puso a intentar justificarse con el torete y se inventó una faena larga y desabrida, que perdió el interés de la mayoría de los asistentes por el poco trapío del animal.
Con el cuarto, el mejor presentado del encierro titular, Perera se pego el clásico arrimon de enfermero ante un toro deslucido, manso con cierto peligro y muy débil, que en algún momento de la faena mordió el polvo por su invalidez.
Regalo un séptimo de la ganadería de Vistahermosa, otro toro justo de presencia, con nobleza en sus embestidas pero que acusaba una extremada debilidad, al grado de que no fue castigado en el caballo. Pero el torito tenia voluntad para embestir y Perera de triunfar, sin embargo en algunos momentos parecía que lo ahogaba y que no terminaba de encontrarle la distancia.
Lo mejor de la faena llego en la parte final, pegado a las tablas, con el toro ya rajado. Fue hasta ese momento cuando extrañamente de pronto surgió el Perera poderoso, ante un toro que para ese punto de la faena era ya un muerto en vida. Mato de un “julipie” algo desprendida y le dieron una oreja, pero justo cuando ya nadie pedía una oreja mas, el juez saco el segundo pañuelo. Dos orejas que la mayoría del público protestó con justificada razón.
Al final Perera abandonó la plaza en una fría salida en hombros, que si Perera tuviera más vergüenza torera ante lo que lidio la tarde de ayer, lo hubiera hecho por su propio pie.
Nada pudo hacer El Payo con un lote desesperante, aunque dio muestras de tener las ideas claras ante la extremada mansedumbre y debilidad de su lote. Anduvo voluntarioso ante el manso tercero de la tarde y quiso justificarse en una faena larguísima con el sexto, entre las protestas del respetable, que no valoró su entrega.
Regalo uno de Barralva al que recibió con una larga cambiada. Al inicio de la faena de muleta el toro evidenció que estaba lisiado, agotado o moribundo o tal vez un poco de todo. El Payo no se quería ir en blanco y se puso flamenco, al grado de tratar de exprimir, sin conseguirlo, alguna gota de toreo de aquella pena con cuernos.
Así terminó una tarde fría que empezó con los mejores augurios, pero que se desplomó por la poca seriedad de lo lidiado. En resumen señores o se ponen de acuerdo y mejoran el trapío del toro o la presente historia y prestigio de esta plaza se acabará con premura.
De hecho, lo que no quieren ver los taurinos lo tienen delante de sus ojos todas las tardes; ayer mismo, con tres toreros de relumbrón en el cartel, menos de media plaza.
Preocupante.
Cómo preocupante resulta que los detalles negativos destaquen mas a la hora de hacer un balance en cada corrida de la presente temporada con excepción del festejo inaugural.
Sin toros con trapío y raza esto es un espectáculo sin alma, porque se ha perdido la emoción de la bravura. Pero allá ellos.
Es lo que digo yo.