Un Mal Sueño – Nuevo Bernaldazo en Insalvable Petardo Ganadero.
Ante un posible “acontecimiento” el encierro vuelve a fallar en una Temporada cuyo éxito solo ha podido ser artificiosamente. La confirmación del nuevo “Armillita” no se reviste de los más esenciales de los requisitos taurinos: majestad y categoría, en buena medida porque el encierro lidiado no la ha tenido. Así, solo quedan los preconcebidos regalos como una muestra de que en La México todo puede pasar y, al despertar, una realidad distinta espera.
Por: Luis Eduardo Maya Lora
Se llega la quinta y ésta ha sido no buena, no mala… sino realmente terrible.
La corrida de Bernaldo de Quirós ha sido la estrepitosa muestra de que el toro a pesar de estar en el último lugar de la lista de prioridades del taurinismo militante siempre acaba en el sitio primigenio.
Para bien o para mal.
En tarde fresca, con el sol que declina, poco viento, ideal tarde de Temporada Grande ha arribado un encierro digno de temporada chica, no refiero por la edad o porque haya sido una novillada sino por el hecho de que mínimamente no ha estado a la altura del cartel ni de la Plaza.
Para muestra basta la cara de los lidiados en primero, segundo, quinto y el tipo horroroso del sexto. Si acaso se salva el cuarto, basta ver su juego para descartarlo por completo. El peor de todos. Entonces, ¿Qué motiva a Javier Bernaldo a mandar esto? La razón de la culpa y la disculpa de la sinrazón trae como resultado final el descrédito.
Es notorio, ni las manos mete al mandar la corrida. Creemos.
Y si las manos metió, si en algo ha valido la opinión del ganadero al seleccionar el encierro, ha mandado a la cloaca el mínimo prestigio que aun había en el abrevadero. Desafortunadamente el color de la divisa está sin tono, sin brillo y se carga la tarde por completo, para decepción de algunos para la ignominia de la mayoría.
Crucifica la expectación por Perera. Contagia la desigualdad de “El Payo”
Por proteger al confirmante se permite la baja del encierro, a cambio, la comodidad en “Armillita IV” Confirmación a modo para el novel.
Lejos de la presión de la alternativa, el nuevo Fermín se encuentra con un ejemplar ideal para su verdor y perfecto para la confirmación de una alternativa. Un astado con son y nobleza, que exige apenas lo justo: quietud y suavidad, aunado a una falta de fuerza que el temple que se supone tiene este torero ha de proveer.
Los lances a la verónica con el paso atrás hacen palpable la condición descrita y muestran a Fermín solvente con la tela. Se encuentra que La México le espera, siempre ha sabido esperar la Monumental a los de dinastía aunque no siempre se ha roto con ellos.
Aplaudida ceremonia con el testimonio “civil” de su padre en su cuarenta aniversario de matador, nervios en el joven hidrocálido que tiene en bandeja el triunfo. Pero para que la entrega, apasionada, ocurra en la Afición se requiere lo mismo derroche en la suavidad que entrega en el afán por triunfar del torero y el joven “Armillita” aun está demasiado rígido. El toreo, como dicen correctamente, se huele en las plazas de toros.
A él poco le han placeado.
Pero hay cierta intuición, nótese, tras inicio alternado, en la segunda tanda con la derecha, justo cuando le mira el toro se queda quieto y liga el derechazo que remata con rodillazo, momento clave pero aislado. Fermín no prosigue esa tónica, deja la vista del toro sin tapar y sin ligazón, no administra alturas y sus tandas resultan breves, interrumpidas, varias veces, por su necesidad de recolocarse o por la caída del toro.
O la tentación de ayudarse con la izquierda. Situación que resta, naturalidad.
Y como no encuentra la distancia exacta la faena, poca en cantidad, apenas con visos de alta calidad, rematada con una estocada entera y caída, resulta en un triunfo protestado. De motivación o estímulo se decía anteriormente. Solo el tiempo dirá si Fermín está para mayores empresas que esperemos sean delante de un toro, no solo mayor sino mejor presentado.
Que le ponga a prueba.
Y de ahí a sufrir.
Terrible el segundo que deja en ridículo a la Plaza México. Sin ritmo ni interés,Perera queda frenado, lo mismo que en el terrible cuarto. Grisáceo, opaco su toreo. Vacío y manso el toro. Solo entusiasma hasta el momento en que regala al viejo, corraleado y serio “Emperador” de Vistahermosa al que en el quite combinado cuaja, sensacional los lances hacia arriba, lo mismo que en el inicio en el centro del ruedo.
Pero se desfonda el negro astado.
Y deja a Perera en lo que no es, dando él vueltas en torno al toro y el toro no entorno a él. Algunos derechazos estimables pero le advierten falto de ritmo. A la ligera se toma el viaje a México y acaba como ese cazador que huye de la liebre. Con este encierro, Miguel Ángel Perera queda reducido al mismo plano que los demás.
Ya no es uno menos. Hoy es uno más de los que vienen a sabrá Dios qué.
Dos orejas de cuete por el Usía reducido a animador y surtidor de fantasías, como serán que el mismo Perera sabe de su no importancia. Ni a hombros quiso dejar la Plaza.
Entonces a “El Payo” en medio de tanta medianía solo le queda remontar. Aceptar un encierro como este tras el triunfo pasado es no cuidarse, estrellarse y dejar las cosas en medianía. Aun y cuando ha podido con su primero, el reservón, discreto de presencia tercero, pese al gran quite por chicuelinas y el brindis al histórico Juan Manuel Márquez y la paciencia para entender la necesidad de tablas que requería el toro, ha entrado a matar con indecisión.
De ahí que la faena, con momentos torerísimos como los trincherazos y naturales, no despierta petición en medio de una Temporada que para premiar ha estado en rebaja. Malamente, la desigualdad del queretano aparece en el castaño, terrible de cabeza, quinto. Sin plan o claridad “Payo” vuelve a ese torero que deja dudas.
Volteado y luego trompicado por el quinto tiene la mala suerte de encontrar lo insulso y molesto del juego con su insistencia en el “arrimón” Falla el toro y el torero que no se lo quita de encima pronto sino alarga no la agonía, sino el aburrimiento.
Por si fuera poco, siguiendo el arte de fistiana presente con Juan Manuel Márquez que “estoico y heroico” aguanta hasta el final del festejo, Octavio García tiene el mal tino de regalar un impresentable barralva que, si sumamos al “golpe bajo” recibido al anovillado sexto a cargo de Juan Ramón Saldaña, deja noqueada a la Afición.
No a la concurrencia.
Feliz con tantos obsequios, incapaz de protestar o reflexionar la razón taurina de las cosas que la Afición, la que queda, lamenta casi desconsoladamente.
La única esperanza es que todo esto sea un sueño.
Un mal sueño, pésimo sueño, desde luego.
RESUMEN DEL FESTEJO.
Plaza México. Temporada Grande 2014-2015. Domingo, Noviembre 23 de 2014. Quinta Corrida de Derecho de Apartado. Un tercio de plaza en tarde fresca con poco viento.
8 Toros, 6 de Bernaldo de Quirós (Divisa Verde, Rojo y Obispo) mal presentados en lo general por desiguales, así como pobres de cara y brevedad en su expresión, sin fondo alguno ni fuerza. El impresentable segundo fue protestado desde salida. Noble el primero, sin fuerza. El sexto se despitorró previo al inicio del último tercio al estrellarle en el burladero de la Contraporra. 1 de Vistahermosa (Divisa Guinda, Oro y Blanco) Toro viejo y corraleado, negro y serio por delante con buen inicio pero sin remate en su embestidas cuando fue exigido; y 1 de Barralva (Divisa Amarillo, Rosa y Azul) Impresentable, débil al extremo sin gota de bravura.
Mal la Autoridad al premiar con desfachatez y crear confusión, peor aun al no devolver al segundo.
Miguel Ángel Perera (Habano y Oro) Silencio, Saludos y Dos Orejas con ciertas protestas en el de Regalo. Octavio García “El Payo” (Malva y Azabache) Saludos, Silencio y Silencio en el de regalo. Fermín Espinosa “Armillita IV” (Blanco y Oro) que confirma la Alternativa, Oreja protestada y Silencio.
El tercer espada confirmó con el toro número 515 de nombre “Pata Negra” de 502 kilogramos de peso de la ganadería titular.
Destacaron a la brega Edmundo Navarro y Juan Sierra, en banderillas excelso Alejandro Prado que saluda en el sexto. Fatal Juan Ramón Saldaña Acosta que estrella al que cierra la lidia ordinaria.