Los toros vistos por el que paga.
Julián. Juliancín de San Blas, tuvo su enésimo fiasco madrileño. Julián que en Madrid tiene las mismas puertas grandes que Pepe Nelo “Morenito de Maracay” y una más que el que fue su peón, El Niño de Leganés.
Ésa es la historia madrileña de Julián, vendido y aventado por la crítica selecta de tierra mar y aire como el Poderoso (¿a qué se referirán con eso?), como gran figura o como sabio del toreo, mientras presenta en los madriles tan magra cosecha de trofeos como de faenas, aunque sean sin trofeo.
Morante tiene sus fans, no cabe duda, pero Julián está más solo que el as de bastos, porque hasta él mismo sabe que ninguno de los halagos que cosecha en los papeles es sincero, porque nadie puede apreciar esa manera suya de torear, alcayatesca, descargada, basta, que podría lucir algo más, a lo mejor, frente a toros de mucho respeto y muy malas intenciones, toros a los que Julián no quiere ver ni en pintura.
Julián escenificó en Las Ventas su más selecto repertorio de toreo basado en la ventaja más descarada, que tanto ha calado en las jóvenes generaciones, y la buena noticia es que su propuesta no encontró el más mínimo eco en los tendidos.
Ahí estuvo, a base de poderdeces de las suyas tris, tras, tris, tras y no le hacía caso ni un guardia municipal de servicio, de esos que se cuelan y se sientan en una escalera del tendido bajo. Pegó dos julipiés desmesurados como remate de ambos trasteos y, como dijo el inmortal manco, “fuese y no hubo nada”.
Su particular “Operación Puerta Grande” tiene fijado el objetivo en la Corrida de Beneficencia: sin apenas abonados en la Plaza, con público festivalero y de aluvión, con los de Victoriano del Río es posible que pueda hacer colar su antiestético estilo por fin en Madrid y obtener esa fotografía que ansía saliendo hacia la calle de Alcalá a lomos de un sudoroso porteador.
Es casi su última oportunidad y ésta a fe que la tiene a huevo.